ROMPESUELAS, EL TORO DE LA VEGA DE 2015, HA SIDO TORTURADO Y YACE MUERTO ENTRE BESTIAS.

Cuando Franco limitó el Toro de la Vega

De 1966 a 1969 el torneo se convirtió en un encierro sin alanceamiento del morlaco

«Es odioso e inolvidable ver al torillo cerca de un árbol solitario, en el camino polvoriento, echando humo, sangre, bramando, mártir de un capricho (…). Su agonía es motivo de burlas. Se le pincha cada vez con más villanía, con más barbarie. Se le insulta. (…). En el hierro de una lanza, un desvergonzado cabalga llevando como trofeo aquellas vísceras de nombre masculino que solo los toros ya pueden ostentar sin vergüenza».



Así describía el festejo tordesillano por excelencia, hace justamente cien años, uno de los escritores antitaurinos más célebres de nuestro país; se llamaba Eugenio Noel y su inquina hacia este tipo de espectáculos era de sobra conocida. No por casualidad, su libro ‘Las capeas’, publicado como decimos en 1915 y dedicado al pintor Zuloaga, se abría con un capítulo dedicado a «El Toro de la Vega de Tordesillas». Un alegato antitaurino en toda regla.
Pocas voces, sin embargo, se alzaban entonces contra lo que en Tordesillas y en otras muchas localidades de España era considerada «una tradición ancestral» y una costumbre «arqueológica», cuando no, simplemente, como «el clásico espectáculo del lanceamiento del ‘Toro de Vega’».
Y eso que ya en noviembre de 1900 y febrero de 1908, por ejemplo, el Ministerio de la Gobernación había publicado sendas Reales Órdenes instando a alcaldes y gobernadores civiles a prohibir este tipo de festejos: «La costumbre arraigada en muchas localidades de organizar capeas o corridas de toros en calles y plazas públicas sin las precauciones necesarias para evitar desgracias personales exige V. S. adopte las medidas indispensables a fin de que no consienta en adelante esos peligrosos espectáculos», señalaba la de 1908, mientras que la Real Orden de 1900 se refería a tales costumbres como «incultas diversiones».
Muchas autoridades, sin embargo, hicieron caso omiso de las disposiciones del Ministerio. Fue a mediados de los años 50 del pasado siglo cuando el Toro de la Vega rebasó las estrechas fronteras provinciales para acaparar la atención de diversos colectivos nacionales. Buena culpa de ello tuvo el NO-DO franquista, que el 27 de septiembre de 1954 dedicó poco más de un minuto del noticiario a la tradición tordesillana, sin ocultar, en la parte final, el alanceamiento del animal.