Inquieto, empapado hasta los huesos, temblando como un pajarillo, pero no de frío sino de estremecimiento, un perro de tamaño medio, un hermoso border collie, daba vueltas a aquella rotonda mirando al interior de los coches a través de los cristales
Emy, cachorra abandonada en una gasolinera, con la cadera rota |
Pasan los años pero conservo la imagen nítida de aquel momento. Llovía con intensidad en la carretera y la visibilidad, dificultada por el intenso aguacero, obligaba a detener la marcha de los coches al llegar a la rotonda. Fue entonces cuando lo vi.
Inquieto, empapado hasta los huesos, temblando como un pajarillo, pero no de frío sino de estremecimiento, un perro de tamaño medio, un hermoso border collie, daba vueltas a aquella rotonda mirando al interior de los coches a través de los cristales.
Con gesto de pánico, aquel solitario animal buscaba a alguien dentro de los vehículos. “Seguro que son éstos –semejaba pensar–. No. Bueno, ahí viene otro. Vaya, tampoco son ellos. Pero dónde están, porque me han hecho bajar y se han marchado…”.
Aquel perro abandonado, rondando a los coches bajo la lluvia, brindaba una de las estampas más tristes que recuerdo haber contemplado. Y más descorazonadoras. Una imagen que, como todos los veranos, se va a repetir en muchas de nuestras carreteras.