Aïda fue educada en una familia normal, con principios éticos de respeto
hacia los animales, porque en su casa siempre los hubo, y la ecología.
De pequeña tuvo animales en cautiverio de muchas razas: perros, gatos,
pájaros, hámsters, tortugas… “No somos conscientes de que los animales
tienen que vivir en sus propios ecosistemas y no en el nuestro. No nos
damos cuenta de que un hámster no está hecho para estar enjaulado y
corriendo sin fin sobre una rueda”, asegura convencida. Esto no siempre
lo tuvo tan claro. Lo cierto es que lo del activismo llegó a su vida a
través de un vídeo que vio con veintidós años. Tras la visualización de
este cruel vídeo supo que tenía que luchar por aquellos que no tienen
voz. “Rondaba también por entonces en mi cabeza el dilema de ¿por qué
comerte a un cerdo o un conejo está bien y a un perro o un gato mal?”,
indica Aïda, “esta pregunta es siempre el principio de introducción al
vegetarianismo”, afirma. Fue también en ese momento cuando llamó a la
puerta de Anima Naturalis para ofrecerse como apoyo en su lucha. Y de
ahí hasta convertirse en la cara más visible de la lucha por los
derechos de los animales en España.