Pese a lo que mucha gente cree, el tiro al pichón –con palomas y codornices- sigue practicándose en España. El plato o la hélice no han logrado disipar las macabras ganas de disparar a un ave indefensa que, a causa del aturdimiento, no es capaz ni de volar. Una actividad que recibe críticas incluso de algunos cazadores pero es apoyada por el Consejo Superior de Deportes, que la inscribe como modalidad deportiva. Y mientras una campaña de animalistas y ecologistas intenta que desaparezca, más de 450.000 palomas y codornices son masacradas al año solo en los campeonatos.
Lo que podría ser un reflejo del pasado, no solo no se produce de forma aislada o puntual, sino que ocurre cada fin de semana en los más de 70 campos de tiro registrados en todo el país. Se celebran campeonatos autonómicos, nacionales, europeos y mundiales, además de todas las ocasiones en las que se dispara contra aves en las conocidas como ‘tiradas sociales’ y en los entrenamientos de estos peculiares deportistas. En todas ellas, las codornices y palomas puedes ser lanzadas de dos maneras: a mano o de forma mecánica. Esta última resulta especialmente llamativa: introducen al ave en un tubo conectado a un motor de aire comprimido que, según su potencia, puede arrojarlas a una velocidad de entre 30 y 200 km/hora. Salen tan aturdidas que la inmensa mayoría de las veces no llegan ni a desplegar sus alas. “Es como lanzar una pelota de tenis. Algunas no llegan ni a volar antes de ser abatidas”, denuncian desdeEcologistas en Acción. Y todo ello por pura diversión, como ya contó aquí Pedro Jesús López-Toribio.