Algunos dicen que están cansados de ver, durante estas dos últimas semanas, incesantes publicaciones sobre Rompesuelas, el Toro de la Vega de 2015, y no entienden por qué le damos semejante cobertura e importancia. Lo cierto es que defendemos así la desaparición de este desigual torneo medieval porque es un símbolo de crueldad hacia la figura del toreo sin trajes de luces, sin una banda de música que lo acompañe o sin los espectadores sentados comiendo bocadillos como si fuese un cine de verano. Una tortura pública sin disfraces.
Otros no tienen la suficiente empatía con los animales, que no desmerece a los que sí la poseemos, y me gustaría que no la obviasen. Con esto me refiero, por ejemplo, a la diputada del PP Arenales Serrano, cuando con el anterior Toro de la Vega de 2014 dijo que no era prioridad de debate en España. La falta de empatía en el mundo, que es una verdad general, estaría bien aplicarla a todas las situaciones para replantearnos ciertos aspectos de la vida. Y qué menos que probar a ponerse del lado de esos animales que no tienen voz. Qué menos.