España está plagada de veneno. Miles de cebos emponzoñados son colocados en campos y cotos de caza con la intención de matar. Matar a la fauna que compite con las escopetas: depredadores de especies cinegéticas rentables como las perdices o los conejos. En realidad, el veneno acaba con cualquier ejemplar que lo ingiera, sin discriminación. Cada año se detectan, de media, más de 500 casos de venenos. Y cada uno de ellos es un presunto un delito, según recoge el Código Penal. Le adscribe una pena de cárcel de cuatro meses a dos años. Sin embargo, entre 2005 y 2015 apenas se han firmado algo más de 65 sentencias judiciales: una tasa del 1,2%.