A pesar de la dramática situación de las perreras, donde cada día ingresan cientos de animales, bien abandonados o bien cedidos por sus propietarios, en las tiendas de animales se venden otros tantos cada día. Perros, gatos, hurones, roedores, erizos africanos, guacamayos, y todo tipo de animales exóticos, se ofrecen como mercancía a elegir al gusto del consumidor, que puede comprar al animal en función de sus preferencias de color, raza o aspecto. El único requisito es pagar el precio, momento a partir del cual el vendedor se desentiende totalmente del destino del animal en cuestión.
Nero, cachorro con cadera fractura refugiado en un portal. |
Lo que se olvida en esa transacción es que es un ser vivo lo que estás comprando, y no el gadget de moda. Este ser vivo requiere un alto nivel de atención y cuidados, con necesidades físicas y psicológicas que han de ser atendidas y que depende al 100% de la persona que lo adquiere. Muchas personas no tienen tiempo de proporcionar al animal los cuidados que requiere, porque al comprarlo no son conscientes de la responsabilidad que están asumiendo y no eligen un animal acorde con su estilo de vida, por lo que ante cualquier imprevisto (mudanza, llegada de un nuevo miembro a la familia, alergia) deciden prescindir del animal, lo que implica que en muchas ocasiones este acabe en la perrera.
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