Ana miraba a Nano desde fuera de la jaula y sus ojos cómplices daban a entender el sufrimento compartido adosado a la piel. El de ella es un nombre ficticio, pero esta es una historia real. El pequeño cachorro, de apenas 2 meses, había sido rescatado de la calle por la Policía Local ese mismo fin de semana. Con el cuerpo lleno de quemaduras de tercer grado producidas por ácido. Lo que parecía a todas luces una macabra tortura.
Ojos marrones y tristes cargados a su corta edad de dolor y miedo. Mientras el veterinario de la Protectora de Animales y Plantas de Málaga, que recogía al pequeño, curaba sus heridas, a oídos de Ana llegaba esta historia. Pero ella también compartía este dolor. Su hoy madre adoptiva también sufrió en su momento quemaduras en las manos. Sabía lo que iba a ser curar y limpiar el cuerpo de Nano tras salir de la UVI, era consciente que ahora quedaba un camino de antibióticos y pomadas y, sobre todo, comprensión ante los miedos.