Los animales que aparecen en las películas en muchas ocasiones nos hacen llorar. En realidad debería hacernos llorar en todas por el trato que reciben.

 
La vida de los animales del cine ha mejorado desde la era dorada de Hollywood. En Ben-Hur murieron más de 100 caballos y mejor no recordar al pobre burro de Las Hurdes, tierra sin pan, de Buñuel. La American Humane Association fue invitada en 1939 por primera vez a un rodaje, por la Administración de Códigos de Producción (más conocida como la Oficina Hays), después de que un caballo fuera empujado sobre una plataforma inclinada y aceitada a propósito para que cayera despeñado por un barranco durante el rodaje de Jesse James. Pero fue a partir del escándalo de La puerta del cielo (Michael Cimino, 1980), donde explotaron caballos, desangraron vacas y otras brutalidades absurdas, cuando la presencia de la American Humane en el plató se hizo obligatoria para todos los sets donde hay animales; y su sello de aprobación, necesario para que una película llegue a la sala de cine (esta regla no se aplica a la televisión).

"La toma fue realmente mal y se perdió tratando de nadar a la orilla. No se ahogó de milagro –le escribió Gina Johnson a un colega–. No hace falta que te diga que NO se lo cuentes a nadie, ¡mucho menos en la oficina!".
El que por poco se ahoga era un tigre llamado Richard Parker, el coprotagonista no digital de La vida de Pi, y la oficina de Gina Johnson es la American Humane Asociation (AHA), una organización no gubernamental cuyo trabajo es monitorizar el trato que reciben los animales en las producciones cinematográficas y otorgar (o denegar) la etiqueta "Ningún animal resultó herido en el rodaje de esta película".
Según la investigación de The Hollywood Reporter, Gina Johnson tenía al menos una razón para ocultar el "incidente": su romance secreto con un productor ejecutivo de la película, que se estaba rodando en Taiwán. Pero, aunque no fuera así, a Richar Parker le hubiera dado lo mismo porque la AHA se enteró del extravío casi suicida del tigre de verdad y la película recibió la etiqueta de igual modo.
Contra lo que se pueda pensar, esta no es la excepción: es la norma. Y la increíble explicación de la AHA es que sólo cuentan los animales que han sido heridos "intencionadamente" o mientras la cámara estaba rodando. Los que mueren por negligencia, falta de cuidados o de medidas protectoras no son responsabilidad de la productora ni de la asociación. El 99,98% de las películas que se ruedan obtienen su sello de garantía.