VERSOS EN EL IDIOMA DE TODAS LAS ESPECIES


Parte de un poema de Julio Ortega.

No fue vuestra muerte, mis dulces hermanos,
un azar repentino que os cercenase la vida.
No, no fue la Naturaleza la que os traicionó.
Ella sólo se calló, sólo se quedó en silencio.
Hubo de hacerlo impotente, humillada y vencida,
pero sobre todo hubo de hacerlo avergonzada
cuando escuchó a los humanos alzar la voz.
Tal vez había algunas gargantas nuevas
pero eran viejos, muy viejos y conocidos los sonidos
que anunciaban una condena repetida, reiterada, calcada, redundante, insistente, perseverante, obstinada...
Una condena repetida, redundante, obstinada...
Una condena repetida...